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Salió corriendo de aquel bar como alma que lleva el diablo, sin querer volver la vista atrás para contemplar aquellos ojos que la observaban fijamente al partir. Caminó lentamente al principio y aceleró el paso después hasta que comenzó a correr. Intentaba no pensar e incrementaba el ritmo, ritmo que también habían tomado sus pensamientos que se encaminaban rumbo a la tortura.
Intentó luchar contra sus instintos rememorando el verano que había pasado cuando tenía tan solo 9 años pero la tregua fue breve y los recuerdos de Óscar volvieron a su mente.
Intentó aferrarse a ellos estrujándolos entre sus manos, peleando por no dejarlos escapar. Sin embargo en cuanto abrió su mano la encontró vacía, tan vacía como ella se sentía en su interior.
Notó como las lágrimas que se mezclaban con las finas gotas de lluvia caían sobre sus mejillas.
Sus ilusiones se habían derrumbado como un castillo de naipes destrozado con un cruel suspiro.
Sin meditar demasiado sacó la cartera de su bolsillo y extrajo de ella una vieja y arrugada entrada de cine. Con las letras difuminadas como un oscuro atardecer.
Aquella era la primera película que los dos habían visto juntos años atrás con un rostro impregnado de esperanzas.
Le llevo un rato meditar el siguiente paso y finalmente la tiró al suelo. Aquella fue una de las decisiones más difíciles que tuvo que tomar.